sábado, 19 de febrero de 2011



¿Alguna vez te ha pasado que sólo quieres a una persona? Sí, seguramente te habrá pasado. ¿Y que esa persona te quiere a ti también? Imagino que también… De repente te deja de querer o simplemente te deja de hacer caso. Tú estás hasta los huesos por él, sólo le quieres a él y la única persona que dicta tu estado de ánimo de cada día es él. Entonces es cuándo no sabes que hacer, estas en un callejón sin salida, en el que te metiste segura de que verías la luz o la felicidad o de la que seguro que encuentras una puerta. En este caso no. La puerta no está, no puedo retroceder porque hay algo que me lo impide. Solamente puedo pedir ayuda. Chillar, no quiero otro camino que me lleve a la luz, quiero que este muro desaparezca y continuar este camino. Este me gusta, está lleno de cosas bonitas, de amor y de apoyo. Está lleno de pajaritos que cantan y de flores. Pero aquí está este jodido muro. Mi corazón dice que lo siga, que este muro desaparecerá algún día, y seré feliz. Pero mi cabeza no quiere complicaciones, le jode ver como el corazón lo pasa así, así que ella quiere que cambie de camino. Pero lo mismo que me impide retroceder, me impide cambiar de camino. Sólo hay una solución, porque mis gritos, tanto de mi corazón como de mi cabeza, no sirven absolutamente para nada.

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